
Tardé en darme cuenta de que siempre hablaba de lo mismo. Que cada día intentaba colorearse la cara de otro tono más verdecido, a veces azulado, otras veces marrón como el otoño que me habita constantemente.
Pero un buen día supe que tras esas capas de pintura se encontraba el mismo rostro grisáceo, y que no consistía en buscar a ciegas, desesperadamente, aquellas respuestas que me dieran al felicidad, sino... Que había que comenzar primero por las preguntas.
Pero un buen día supe que tras esas capas de pintura se encontraba el mismo rostro grisáceo, y que no consistía en buscar a ciegas, desesperadamente, aquellas respuestas que me dieran al felicidad, sino... Que había que comenzar primero por las preguntas.
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